Hubo un tiempo, más bien extenso, en el que yo escribía. Era de alguna manera prolífico, destas manos (que hoy son mudas) manaban palabras y palabras, algunas mejores que otras. Ahora es diferente: ya no escribo, ya las palabras no vienen a mí, la voz que resonaba en mi cabeza ha enmudecido. Desde la traición y el corto y el esfuerzo infinito y vano, me he derrumbado, fundido y agotado. Siempre he escrito y siempre escribiré suena hoy como un mantra demasiado optimista.
Y esto es todo lo que puedo ofrecer, vergüenza y rabia.
Y esto es todo lo que puedo ofrecer, vergüenza y rabia.